Traducción de The Kiss de Kate Chopin. Publicado por primera vez el 17 de enero de 1895.
Cuán rápido uno se decepciona, y de las decepciones algunos viven, alimentándose de una angustiosa esperanza. Kate Chopin tiene muy buenas historias para viajar a ese pasado de costumbres recatadas. Pero no recomiendo esta lectura solo para hacer una comparación cultural, sino para observar, estudiar, adentrarnos en lo que se dice y se calla. Nuestras decisiones, aunque a veces sean precipitadas, siempre nos desvelan, no podemos escapar de lo que somos.
El beso
Traducido por Pablo Alejos Flores.
Aún no estaba totalmente oscuro afuera, pero adentro, con las cortinas cerradas y con el fuego humeante que irradiaba una luz tenue y débil, la habitación estaba llena de sombras.
Brantain tomó asiento en una de estas sombras, estaba cubierto por ella y no le importó. La oscuridad le dio el coraje suficiente para mantener sus ojos fijados tan apasionadamente como quería en la chica que se sentó a la luz del fuego.
Ella era muy hermosa, su cabello tenía un color fuerte y refinado cual morena natural. Se encontraba bastante tranquila, pues acariciaba con sosiego el pelaje satinado del gato que descansaba enrollado en su regazo, y, de rato en rato, echaba un vistazo a la sombra donde estaba sentado su acompañante. Estaban hablando en voz baja sobre temas sin importancia y que no venían al caso; los pensamientos de él eran claramente otros. Ella sabía que él la amaba, un hombre directo y presuntuoso sin la astucia suficiente para ocultar sus sentimientos, y ni tenía el deseo de hacerlo. Por dos semanas ya, él había buscado su compañía con empeño y persistencia. Ella estaba esperando con firmeza a que él se declarara para aceptarlo. Brantain, aunque insignificante y poco atractivo, era excesivamente rico; a ella le gustó la idea de poder tener y gozar del séquito que la riqueza le pudiera dar.
Durante una de las pausas entre su charla sobre el último té y la boda siguiente, se abrió la puerta e ingresó un hombre a quien Brantain conocía muy bien. La chica volteó a verlo. Con una zancada o dos él se acercó, e inclinándose hacia ella, antes de que sospeche de sus intenciones, pues él no había visto al visitante, la besó con pasión, sin detenerse.
Brantain se levantó con pausa, también se levantó la chica, pero ella lo hizo con prontitud; el recién llegado se paró entre ambos, un poco de gracia y confrontación luchaban contra la confusión en su rostro.
—Creo —balbuceó Brantain—, creo que me he quedado por demasiado tiempo. Yo-yo no tenía idea, debería retirarme.
Él sujetaba su sombrero con ambas manos y probablemente no notó que ella extendía su mano hacia él; su calma todavía no la había abandonado, pero no tenía la confianza para decir alguna palabra.
—¡Mátame si no me crees, pero no lo vi ahí, Nattie! Sé que es demasiado vergonzoso para ti. Pero espero que me perdones esto alguna vez, es la primera vez que pasa. ¿Qué? ¿Cuál es el problema?
—No me toques; no te acerques —respondió enojada—. ¿Por qué entras a la casa sin tocar el timbre?
—Vine con tu hermano, como lo hago usualmente —contestó con frialdad excusándose—. Entramos por el costado. Él fue arriba y yo vine aquí con la esperanza de encontrarte. La explicación es así de simple y debería complacerte saber que el infortunio era inevitable. Pero, por favor, di que me perdonas, Nathalie —suplicó con moderación.
—¿¡Perdonarte!? No sabes de qué hablas. Déjame pasar. Depende. Depende de lo que haya a cambio de mi perdón.
En el siguiente evento social, de la que ella y Brantain habían estado hablando, ella se acercó al joven con una manera de ser encantadora y franca, una vez lo vio ahí.
—¿Podemos hablar un momento, señor Brantain? —preguntó, con una sonrisa cautivadora, aunque inquieta.
Él se veía extremadamente feliz; pero cuando ella tomó su brazo y se marchó con él buscando un rincón alejado, una luz de esperanza se mezcló con la casi cómica miseria de su expresión. Al parecer era muy sincera.
—Tal vez no debí haber buscado interrogarlo, señor Brantain; pero-pero, ah, me he sentido muy incómoda, casi abatida, desde ese pequeño encuentro la otra tarde. Cuando pensé cómo pudo haber malinterpretado la situación y supuesto otras cosas. —La esperanza estaba claramente ganando predominancia por sobre la miseria en la cara redonda e ingenua de Brantain—. Claro que sé que no significa nada para usted, pero, por mi propio bien, de verdad quiero que entienda que el señor Harvy es un amigo íntimo de toda la vida. Pues siempre hemos sido como primos, como hermano y hermana, diría. Él es el socio más íntimo de mi hermano y a menudo cree que tiene los mismos privilegios que la familia. Ah, sé que es absurdo e impertinente decirle esto; incluso indigno —Ella estaba llorando—, pero hace tanta diferencia para mí lo que usted piense de-de mí —Había pasado a tener la voz muy baja y agitada. La miseria había desaparecido del rostro de Brantain por completo.
—Entonces, ¿en verdad le importa lo que pienso, señorita Nathalie? ¿Puedo llamarla señorita Nathalie?
Voltearon hacia un corredor largo y sombrío que tenía plantas altas y elegantes en ambos lados. Caminaron lentamente hasta el fin de este. Cuando voltearon otra vez para desandar sus pasos, el rostro de Brantain estaba emanando una gran alegría y el de ella se veía triunfante.
Harvy era uno de los invitados a la boda y él se acercó a ella en un momento inusual, cuando estaba de pie y sola.
—Tu esposo —dijo él sonriendo— me mandó a besarte.
Un rubor rápido cubrió su rostro y su cuello redondo y sofisticado.
—Supongo que es natural para un hombre sentirse y actuar generosamente en una ocasión como esta. Me dice que no quiere que su matrimonio interrumpa por completo esa placentera intimidad que ha existido entre tú y yo. No sé qué le has estado diciendo —Con una sonrisa insolente—, pero me ha enviado aquí a besarte.
Ella se sintió como una ajedrecista que, por el manejo astuto de sus piezas, ve que el juego toma el curso deseado. Sus ojos estaban brillosos y se presentaban con una sonrisa en cuanto levantaba la mirada hacia los ojos de él, y sus labios se veían hambrientos por el beso que pedían.
—Pero ya sabes —continuó él en voz baja—, no le conté a él, hubiera sido ingrato, pero puedo contártelo a ti. He dejado de besar a las mujeres; es peligroso.
Bueno, ella aún tenía a Brantain y sus millones. Una persona no puede tenerlo todo en este mundo; fue un poco irracional de su parte esperar lo contrario.
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