Transcripción
Trilce
II Introspección estética
El poeta quisiera vencer la trágica limitación del hombre para verter a Dios. El poeta quisiera librarse del yugo de las técnicas para expresar el crudo temblor de la Naturaleza. Más aún, el poeta quisiera matar el estilo para traducir la desnuda y fluida presencia del ser. El poeta quisiera conocer sin estilo. Pero antes que poeta es hombre, y como hombre ama también su límite. Sabe que es éste condición inexorable de su expresión. Que el conocimiento al ser expresado mata un tanto el conocimiento. Pero quiere un límite lo menos límite posible. Pues si hay necesidad de un estilo y de una técnica, que sean lo menos estilo y lo menos técnica.
Es así como César Vallejo, por una genial y, tal vez, hasta ahora, inconsciente intuición, de lo que son en esencia las técnicas y los estilos, despoja su expresión poética de todo asomo de retórica, por lo menos, de lo que hasta aquí se ha entendido por retórica, para llegar a la sencilla prístina, a la pueril y edénica simplicidad del verbo. Las palabras en su boca no están agobiadas de tradición literaria, están preñadas de emoción vital, están preñadas de desnudo temblor. Sus palabras no han sido dichas, acaban de nacer. El poeta rompe a hablar, porque acaba de descubrir el verbo. Está ante la primera mañana de la Creación y apenas ha tenido tiempo de relacionar su lenguaje con el lenguaje de los hombres. Por eso es su decir tan personal, y como prescinde de los hombres para expresar al Hombre, su arte es ecuménico, es universal.
Los demás hombres vemos anatómicamente las cosas. Asistimos a la vida como estudiantes de medicina ante un anfiteatro. Nuestra labor es una labor de disección. Tenemos conocimiento de la pieza anatómica, pero no del todo vivo. Nuestro plano de perspectiva es tan inmediato que el árbol nos oculta al bosque. Vemos los órganos de la vida, separados, clasificados, abstraídos, pero no vemos el temblor vital que palpita en el conjunto. En una palabra, hacemos análisis del hombre, pero no síntesis del hombre.
La pupila de este poeta percibe el panorama humano. Reconstruye lo que en nosotros se encontraba disperso. Toma la pieza anatómica y lo encaja en su lugar funcional. Retrae hacia su origen la esencia del ser, bastante oscurecida, chafada, desvitalizada por su carga intelectual de tradición. De este modo llega su arte a expresar al hombre eterno y a la eternidad del hombre, pese a la ubicación local o nacional de su emoción. Su plano de perspectiva está colocado en tal punto que le permite tener la percepción, a la vez, del árbol y del bosque.
El poeta asume entonces su máximo rol de humanidad, lo que equivale a su más alto rol de expresión, lo que equivale, a su vez, a su máximo rol estético. El hombre solo expresándose se relaciona con el mundo, se conecta con los demás hombres y es por esta condición que alcanza su humanidad; y la estética es, a la postre, expresión. El ser absolutamente inexpresivo no existe, es un ente de pura abstracción. Si existiera sería la negación de toda facultad estética, de toda condición humana.
El poeta habla individualmente, particulariza el lenguaje, pero piensa, siente y ama universalmente. Así es como han procedido siempre los grandes creadores. Han renovado los lenguajes y las técnicas, pero han expresado el fondo común humano que es eterno. Nosotros procedemos a la inversa. Particularizamos, estrechamos, desvitalizamos nuestro corazón y nuestro pensamiento, en cambio hablamos, nos expresamos, nos servimos de técnicas que son universales y comunes. El creador vitaliza los lenguajes y las técnicas particularizándolas, nosotros particularizamos y estrechamos el corazón humano desvitalizándolo. Él hace síntesis constructiva, nosotros anatomía disgregadora. Nosotros desarticulamos para conocer, él conoce articulando. Él acerca y conecta eslabones, nosotros alejamos y dislocamos piezas. Él descubre y acopla identidades, nosotros acentuamos y separamos diferencias. Para nosotros entre ser y ser, entre forma y forma hay abismos; para él, entre ser y ser, entre forma y forma no hay sino continuidades. Nosotros percibimos los tabiques, él percibe las trayectorias. Él mira a la Naturaleza en su integridad, que es vida; nosotros miramos la Naturaleza en sus partes, que es muerte. Él percibe la vida trémula y agitada, en toda su vehemencia funcional, nosotros la percibimos como clasificación, es decir, como cadáver. Él mira al hombre en su destino, nosotros lo miramos en su anatomía y, a lo sumo, en su fisiología. Él se siente continente del hombre, nosotros nos sentimos contenidos del hombre. Él es cauce de humanidad, nosotros células o elementos de humanidad. Él dice: tú eres semejante a todos, nosotros decimos: tú eres distinto de todos. Nosotros aislamos al hombre del Universo, él le liga totalmente, le hace solidario. Nosotros particularizamos al mundo, él universaliza al hombre.
Prólogo de Antenor Orrego.
Gracias por escuchar Alter Lingua.