Fácil se olvidaron, noche tras noche, de ver a Killa en un ensueño. Nadie advirtió las pesadillas que tenía; nadie daba cuenta de la soledad que alrededor se extendía. Desdeñada. Ignorada por aún conservar en el rostro su candor. Infante sin voto ni voz. Ella, en un intento por llamar nuestra atención, entró a menguar… Hasta que se apagó… y el hombre ya no tuvo más a alguien cercano a quien contarle sus gozos, o pesares. Es en noches como esta, hermana, que te aúllo mi desdicha y desazón esperando tu retorno.
Pablo Alejos Flores
