Microcuento
—Míralo. Pobrecito. Ahí solía jugar con la vecina Rita. De vez en cuando viene, se sienta, se echa al suelo viendo al lago y, de pronto, duerme.
—¿Cómo se llama?
—Mi nombre es Tam, señora —interrumpió el perro—. No se preocupe ni sienta lástima por mí, este lugar me reconforta, aunque ella aquí ya no vuelva. Sepa que los recuerdos son alegría, no tristeza.
Pablo Alejos Flores
