«Miss Dollar«, de Joaquim Maria Machado de Assis.
Traducido por Pablo Alejos Flores.
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CAPÍTULO PRIMERO
Era conveniente para la novela que el lector se quedase por mucho tiempo sin saber quién era Miss Dollar. Pero, por otro lado, sin la presentación de Miss Dollar, el autor se vería obligado a afrontar largas digresiones, las cuales llenarían el papel sin adelantar la acción. No hay duda posible: voy a presentarles a Miss Dollar.
Si el lector es joven y dado al genio melancólico, imaginará que Miss Dollar es una inglesa pálida y delgada, escasa de carnes y de sangre, abriéndose a flor del rostro dos grandes ojos azules y sacudiendo al viento unas largas trenzas rubias. La joven en cuestión debe ser vaporosa e ideal como una creación de Shakespeare[1]; debe ser el contraste del roastbeef británico, con el cual se alimenta la libertad del Reino Unido. Una tal Miss Dollar debe saberse los poemas de Tennyson de memoria y leer a Lamartine en el original; si sabe portugués, debe deleitarse con la lectura de los sonetos de Camões o los Cantos de Gonçalves Dias. El té y la leche deben ser la alimentación de semejante criatura, añadiéndole algunos confites y galletas para atender las urgencias del estómago. Su habla debe ser un susurro de arpa eólica; su amor un desmayo, su vida una contemplación, su muerte un suspiro.
La figura es poética, pero no es la de la heroína de la novela.
Supongamos que el lector no es dado a estos devaneos y melancolías; en ese caso, imaginará a una Miss Dollar totalmente diferente a la otra. Esta vez será una robusta estadounidense, vertiendo sangre por las mejillas, formas redondeadas, ojos vivos y ardientes, mujer hecha, rehecha y perfecta. Amiga de la buena mesa y del buen trago, esta Miss Dollar preferirá un cuarto de carnero a una página de Longfellow, cosa naturalísima cuando el estómago reclama, y nunca llegará a comprender la poesía de la puesta de sol. Será una buena madre de familia según la doctrina de algunos sabiondos de la civilización, es decir, fecunda e ignorante.
Ya no tendrá la misma opinión el lector que ya ha pasado por su segunda juventud y vea delante de sí una vejez sin amparo. Para ese, la Miss Dollar verdaderamente digna de ser contada en algunas páginas, sería una buena inglesa de cincuenta años, dotada con algunas mil libras esterlinas y que, arribando a Brasil en busca de un tema para escribir una novela, formaría parte de un verdadero romance novelesco al casarse con el lector mencionado. Una tal Miss Dollar estaría incompleta si no tuviese unos binóculos verdes y un gran rizo de cabello grisáceo en cada sien. Unos guantes de encaje blanco y una gorra de lino en forma de calabaza serían el último retoque de este magnífico tipo de ultramar.
Más experto que los otros, acude un lector diciendo que la heroína de la novela no es ni fue inglesa, sino de total ascendencia brasileña, y que el nombre de Miss Dollar quiere decir simplemente que la joven es rica.
El descubrimiento sería excelente si fuese exacto; infelizmente, ni este ni los otros son exactos. La Miss Dollar de la novela no es la jovencita romántica, ni la mujer robusta, ni la vieja literata, ni la brasileña rica. Falla, esta vez, la proverbial perspicacia de los lectores; Miss Dollar es una perrita galga.
Para algunas personas la naturaleza de la heroína hará perder el interés de la novela. Error evidente. Miss Dollar, a pesar de no ser más que una perrita galga, tuvo los honores de ver su nombre en los papeles públicos, antes de pasar a formar parte de este libro. El Jornal do Comércio y el Correio Mercantil[2] publicaron en las columnas de los anuncios las siguientes líneas reverberantes de promesa:
Se desencaminó una perrita galga la noche de ayer, 30. Acude al nombre de Miss Dollar. Quien la encontró y quiera llevarla a la Rua de Mata-cavalos[3] n.o…, recibirá doscientos mil reales de recompensa. Miss Dollar tiene un collar en el cuello asegurado con un candado en el que se leen las siguientes palabras: De tout mon coeur.[4] Todas las personas que sentían una necesidad urgente de doscientos mil reales y tuvieron la suerte de leer aquel anuncio, anduvieron ese día con extremo cuidado por las calles de Río de Janeiro, a ver si daban con la fugitiva Miss Dollar. Galgo que aparecía a lo lejos era perseguido con tenacidad hasta verificar que no era el animal buscado. Pero toda esta cacería por doscientos mil reales era completamente inútil, visto que, el día en que apareció el anuncio, Miss Dollar ya estaba alojada en la casa de un sujeto que residía en Cajueiros[5] y coleccionaba perros.
[1] Alude, probablemente, a las hadas de Sueño de una noche de verano (1595) o de La tempestad (1611).
[2] El Jornal do Comércio (Diario del Comercio), que circula hasta la actualidad en Brasil, fue fundado en 1827 en Río de Janeiro. El Correio Mercantil (Correo Mercantil), que circuló en Río de Janeiro en el siglo XIX, fue inaugurado en 1843 y dejó de ser distribuido antes de 1870.
[3] La ‘Calle de Matacaballos,’ actual calle Riachuelo, se encuentra en el centro de Río de Janeiro. En un principio, se le dio este nombre porque la calle atravesaba un terreno inundable y muchos caballos tuvieron que ser sacrificados después de lesionarse en los atascaderos al intentar pasar por ahí.
[4] Frase en francés cuya traducción es «De todo mi corazón».
[5] «Cajueiros» designa un área específica de la ciudad de Río de Janeiro entre el centro y la zona portuaria.